Filipinas:
Porque abandone la industria farmacéutica
De niño yo soñaba con ser doctor para que un día
pudiese ayudar a la gente de mi pueblo que no tenía dinero para pagar
ni siquiera los servicios básicos de salud. Nunca llegué a ser doctor;
mi familia no pudo permitírselo. En lugar de eso trabajé para la
industria farmacéutica. Mi trabajo era vender en las calles el mito de
que la buena salud puede ser comprada en forma de pastillas. Yo era
muy buen vendedor e hice dinero rápido y fácilmente.
Cuando un amigo me pidió ayuda en el área de salud
con gente local, de base. Me di cuenta que las mentiras que yo ayudaba
a difundir tenían como resultado a que las madres hicieran economías
en la comida de sus familias para comprar medicinas que no
necesitaban. Sin comida –la cosa que más necesitaban para su salud–
much@s morían, para que yo pudiese tener una vida fácil y las
compañías farmacéuticas pudiesen tener grandes beneficios. Después de
cuatro años, dejé ese trabajo.
Mi experiencia me enseñó que negarse a matar no es
solamente una llamada a gente directamente envuelta en la máquina
militar; sino también un toque para que tod@s nosotr@s reflexionemos
sobre si somos cómplices en muertes y discapacidades de personas; si
trabajamos para hacer el cuidado de las personas o para matar.
Yo ahora estoy en la campaña para poner fin a un
negocio que mata por la codicia del dinero y el poder. Como el doctor
que nunca fui, he jurado usar mis capacidades para que la gente
mejore. El negocio de matar prospera a costa de vidas. Es mi negocio
ahora ayudar a decir la verdad. |