Una madre
lucha por un soldado que dijo No a la guerra
Por Linton Weeks
escribe para el
Washington Post |
Carolyn Ho, Phoebe Jones y otras personas hacen campaña en apoyo del hijo de la señora Ho, un oficial que se negó a ir a Irak. (Por Robert A. Reeder -- The Washington Post) |
Carolyn
Ho es una madre con una misión. Vino a Washington a mediados de diciembre para recabar apoyo para su hijo, el Teniente Ehren Watada, el primer oficial en servicio que se niega a ir a la guerra en Irak. A no ser que ocurra un milagro, será juzgado por un tribunal militar el 5 de febrero en Fort Lewis, a unas 45 millas al sur de Seattle. En caso de ser condenado, podrían sentenciarlo a 6 años de confinamiento en una cárcel militar. La vista previa al juicio se celebra hoy. Como muchos estadounidenses, ella creía que podía venir a la capital del país y cambiar el mundo. O al menos la pequeña porción del mismo que le corresponde. Actuaba instintivamente, tratando de hacer todo lo que es capaz de hacer una madre para proteger a su hijo. “Estoy aquí solamente para hacer lo que pueda”, declaró la señora Ho, que procede de Honolulu. Con su pelo oscuro recogido y ojos oscuros que se humedecen cuando habla de su hijo con su suave voz. “Voy a sacarlo a la luz”. Esperaba al menos algún tipo de carta de apoyo antes de la vista que se celebra hoy. Ayer tarde llegaba una carta. Después de mucha preocupación y trabajo. Hacer campaña en el Congreso no es precisamente una fiesta. Durante su cruzada en Capitol Hill, estuvo acompañada por varios veteranos en campañas, pero le permitieron tomar la palabra. Recorrió los despachos y se entrevistó con personal en las oficinas de los senadores Patty Murray (Washington) y Daniel Akaka (Hawaii) y ayudantes de las oficinas de los representantes en el congreso Lynn Woolsey (California), John Conyers (Michigan) y Maxine Waters (California). La señora Ho repitió la misma historia en reuniones a puerta cerrada. Ella contempla sus esfuerzos como parte de una oleada de iniciativas que retan a la administración Bush desde muchos frentes. Al mismo tiempo que el presidente apoya el incremento de tropas en Irak, en el ámbito doméstico aumentan las voces que se alzan contra la guerra. “Mi hijo es parte de este movimiento”, ha dicho la señora Ho. Phoebe Jones, de la Huelga Mundial de Mujeres, una red internacional antiguerra que apoya a Carolina Ho y al teniente Watada, estuvo junto a ella en Capitol Hill. “Es tarea de una madre proteger la vida, empezando por la de sus propios hijos”, explica Jones. “Y eso es el extremo opuesto a la obscenidad de la guerra.” En la Capitol Hill, la señora Ho repartió hojas informativas y mostró fotos de Watada, que es más alto y corpulento que su madre pero tiene la misma sonrisa. Su hijo tomó una decisión “fundamentada en los hechos”, asegura. Analizó la guerra de Irak y llegó a la conclusión de que es ilegal. Intentó renunciar y dejar el servicio dignamente, pero el ejército no se lo permitió. Pidió que le enviaran a Afganistán, pero su petición fue denegada. Se le ofreció un puesto en Irak exento de combatir; su respuesta fue: no, gracias. Puesto que los Estados Unidos iniciaron la guerra basándose en premisas falsas, afirma la señora Ho, la guerra es ilegal. Por tanto, su hijo está obligado constitucionalmente a desobedecer las órdenes. Por eso pidió a miembros del Congreso que se involucraran. Según dijo, idealmente, preferiría que el ejército aceptara la renuncia de su hijo y retirase todos los cargos de los que se le acusa. “No debería estar en una cárcel militar”, afirmó. La voz de su hijo allí “quedará totalmente silenciada”. La señora Ho se pregunta: “¿Quién es realmente el que viola la ley aquí? ¿Aquel que se niega a participar en crímenes de guerra?” Desde el punto de vista del ejército, el caso es muy simple. Decenas de miles de soldados han pasado por Fort Lewis de camino a la guerra y no han solicitado ningún tratamiento especial, según el portavoz del ejército Joe Piek. Watada, de 28 años de edad, firmó su adhesión al servicio militar en 2003 teniendo pleno conocimiento de que podría verse obligado a luchar en una guerra con muy poco respaldo popular, nos dice Piek. “Este es el caso de un soldado que se niega a cumplir la orden de desplegarse en Irak…. Esto es lo que subyace en todo esto”. A Watada se le ha acusado de un cargo de “negativa a incorporarse a filas”, lo cual quiere decir que no subió a bordo de los aviones que transportaron a su 3ª Brigada a Kuwait el 22 de junio. En Kuwait, los 4.000 soldados de la brigada recibieron su equipo y sus órdenes. También se le acusa de “conducta impropia de un oficial”, por las declaraciones que hizo a partir de entonces. Por el momento se le ha asignado a un batallón de tropas especiales y ha estado realizando tareas cotidianas propias de un soldado mientras está a la espera de que se celebre el juicio. Piek declaró que “se alistó en el ejército e hizo un juramento, y esto incluye obedecer las órdenes de los oficiales a cuyo cargo se encuentra. Su unidad pertenece a la categoría “stop-loss” (“detener las bajas”, orden que prorroga unilateralmente el contrato de servicio militar, obligando al soldado a servir en el ejército aún después de finalizar el plazo de su compromiso), lo cual significa que todos los soldados de dicha unidad serán desplegados. No puede uno escoger su lugar de destino, especialmente cuando se es un oficial junior”. Para el abogado de Watada, Eric Seitz, la situación es más complicada. “Los Estados Unidos tiene un discurso contradictorio”, explica. “Hemos perseguido a soldados de otros países que obedecieron órdenes por las que se cometieron crímenes de guerra. Pero que Dios nos perdone si utilizamos esa negativa como argumento de defensa en este país”. La defensa de Watada: cuestionar la guerra públicamente no es una “conducta impropia” sino un ejercicio de libertad de expresión. Y estaba en su derecho al no incorporarse a su unidad porque se estaba negando a participar en lo que considera un acto ilegal. Para Carolyn Ho, los congresistas estuvieron amables y receptivos. Llegó en un momento inoportuno, eso es lo que le dijeron varias veces. El Congreso había suspendido las sesiones por vacaciones y no quedaba mucho tiempo antes del Consejo de guerra. Se vislumbraba alguna esperanza. Alguien sugirió que una recogida de firmas acompañando una petición dirigida a la secretaría del ejército por parte de los miembros del Congreso podría generar apoyo para la situación de Watada. O una carta dirigida a sus “estimados colegas” alertaría a otros congresistas de la situación de Watada. Un congresista propuso una “resolución privada”, una estrategia por la que el Congreso aprueba una propuesta que afecta a una persona. “Estas son las posibilidades”, dijo la señora Ho. Pero a medida que avanzaba el día, su cara mostraba signos de cansancio. Se marchó con poco más que ánimo y buenos deseos. Tenía que volver a su puesto de trabajo como consejera en un instituto de enseñanza secundaria, pues estaba de baja desde finales de septiembre. Es divorciada. Su ex-esposo, Bob Watada, también ha estado recabando apoyo, hablando en iglesias y organizaciones cívicas por todo el país. Ella pasó octubre y noviembre en la costa oeste y gran parte de diciembre en la costa este. Durante un evento compartió podio con Cindy Sheehan, que se refiere al instinto maternal anti bombas como “matriotismo”. La señora Ho regresó a Hawaii por Navidad, pero se encuentra en la zona de Seattle esta semana con motivo de la vista. Hablando por teléfono desde Fort Lewis, Ehren Watada explicó como decidió que quería servir en el ejército de su país cuando aún estaba estudiando secundaria, poco después del 11 de septiembre. Entró en una oficina de reclutamiento en Honolulu y dijo que quería ir a una escuela para futuros oficiales. No cumplía los requisitos físicos porque había tenido asma en su infancia. “Me quedé desolado”, dijo. “Pagué de mi bolsillo una prueba respiratoria para demostrar que no tenía problemas respiratorios. Superé la prueba airosamente y me aceptaron a finales de marzo de 2003”. Aunque el padre de Watada no sirvió en el ejército durante la 2º Guerra Mundial, uno de sus tíos murió en la de Corea y otro familiar estuvo en la de Vietnam. “Tenemos una tradición militar en nuestra familia”, nos dijo. Cuando se alistó, “no sabía lo que sé ahora. Creía al ejército y al gobierno cuando me decían que Irak representaba una amenaza inminente”. Watada dijo que le costó un par de años darse cuenta de que los Estados Unidos no debería estar en Irak. Presentó su renuncia en enero de 2006. “A los mandos de mi unidad no les pareció bien”, nos relata. Estaban sorprendidos, nos decía, porque hasta aquel momento habían evaluado positivamente su proceder. “Yo no puedo parar la guerra”, nos dice Watada. “Pero si los estadounidenses creen que la guerra es un error, deberían hacer todo lo que esté en su mano para detenerla”. Su madre está haciendo todo lo que puede. “La gente es muy cautelosa a la hora de posicionarse”, decía ayer acerca de llevar a cabo una acción legal. “La actitud es de esperar a ver qué pasa”. Ayer estaba en Tacoma, Washington, en una conferencia de prensa, cuando recibió una carta personal de la congresista Maxine Waters. La señora Ho leyó un extracto por teléfono: “La cuestión que [el teniente primero Ehren Watada] ha planteado merece consideración y un debate público. Y utilizaré mi plataforma como miembro del Congreso y presidenta del caucus “Fuera de Irak” para destacar el fracaso de las políticas de esta administración y fomentar el debate…. Su hijo ha demostrado una gran integridad y dignidad al objetar contra la guerra en Irak y la dura labor que usted realiza en su nombre es encomiable”. La señora Ho suspiró y dijo que encontraba la carta “decepcionante”. Pero al menos era algohttp://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2007/01/03/AR2007010301914.html |